septiembre 18, 2011

Despierta, Agustin, despierta.

Stuttgart- Friedrichshafen: aprox. 142 km Ver ruta

Un  murmullo lejano me despertó por la mañana, era el suave rumor de la lluvia y el viento al otro lado de la ventana. A la sensación de bienestar inicial se le sumó pronto otra  de alarma: el pronóstico prometía otra jornada húmeda y gris para mañana, el día de mí partida hacia Ginebra.

Salida de Stuttgart rumbo de Friedrichshafen

La novia de Andre , Lisa, me persuadió de buscar un tren para salir de Stuttgart y evitar el tráfico matinal y nada más atinado porque a las diez y media estaba fuera de la ciudad, fresco y listo para el camino. Con el pretexto de amanecer un año más viejo esa mañana resolví tomarme el día con calma y no hacer caso omiso de los antojos que a menudo me asaltan sobre la bicicleta. Tal vez por lo mismo al final del día había ido mucho más lejos de lo planeado y llevado por el deseo de continuar me encontré al caer el sol buscando con urgencia un lugar para acampar. Viendo lo que había avanzado me pareció posible llegar en dos días en lugar de tres a Friedrichshafen y el día siguiente intenté mantener el paso hasta que por la tarde me encontré al pié del cartel que señala la entrada a la ciudad. Al llegar Nicole, otra compañera del voluntariado de hace 7-8 años, me hizo inmediatamente responsable de la decisión de comprar o no una mesa para el comedor del departamento que comparte con otros dos estudiantes así que después de revisar la mesa ¡vino el desmontaje y el transporte! Más tarde por la noche, Ian y Nicole me llevaron a sumergirme primero en las gélidas aguas del  Bodensee y luego, a unos pocos pasos, en el cálido ambiente estudiantil de las noches de bar que organiza la universidad todos los jueves. Al día siguiente salí a pasear con Pascal, su compañero de piso, y sus amigos que habían venido a pasar una noche a Friedrichshafen para visitarle. La ciudad natal del Zeppelin, dice Pascal, al haber sido devastada durante la segunda guerra mundial y reconstruida en época de gran escasez material, no da muestra de su actual potencia económica producto de la ingeniería especializada que fabrica, entre otras cosas, motores de avión, de autos deportivos y tanques de guerra.  Pasamos una tarde agradable aprovechando el buen clima que notablemente duró hasta ayer por la noche y que nos concedió otra zambullida en el lago, esta vez más agradable, a la vista de las puntiagudas cimas de los Alpes que se elevan a la distancia, bordeando lo que será mi camino a Ginebra.

Esta vez la cena mexicana se aproximó un poco más al sabor que de hecho debería tener. Una cena de tacos para nueve personas coronada de éxito gracias a un kilo de tortillas importadas y una maceta de cilantro comprada en el supermercado ¡ah! y un six de coronas que esta vez bajaron por mi garganta mejor que de costumbre. 

¿Hoy? En vista de los cinco litros por metro cuadrado que están cayendo al otro lado de la ventana, será un día tranquilo con probabilidad del 90% de sopa de tortilla con la salsa de ayer.