mayo 10, 2011

Viejos amigos, buenos amigos

Y ¡cómo dependen los recuerdos de un lugar de la gente que visitamos! Cuando se la pasa bien se idealiza el recuerdo el lugar y cuando no, la memoria lo esquiva como suciedad en el pavimento. Los días que pasé en Bélgica visitando a Andy, Lisa, Nicole y su novio Marcus fueron fenomenales sobre todo por que hacía 8 años que no nos veíamos y al reunirnos fue como si nunca nos hubiéramos dejado de ver. La noche de ese primer día juntos derivó en una celebración de tal magnitud que al momento de escribir esto sigo recuperándome de las secuelas. Andy y Lisa viven en Gent, una pequeña ciudad al noroeste de Bruselas (a unos 30 minutos en tren). Antes de irme pensé que tenía que conocer Brujas (la ciudad claro, que para lo otro basta con salir de casa) y el veredicto: somos demasiados los turistas y curiosos, si tan sólo fuéramos la mitad… por otra parte el lugar en sí mismo es increíble.

mayo 09, 2011

Un viaje, un peregrinaje.

Al terminar el viaje de Ámsterdam salimos hacia París, cargamos pilas y volvimos al camino. Durante un par de días Elodie y yo viajamos de aventón (auto-stop) hacia Angers, una ciudad pequeña a unos 300 km al suroeste de Paris, donde su prima y su esposo construyen una casa ecológica. Ese fin de semana se reunirían amigos y parientes a ayudar a meter paja entre las paredes de madera como aislante térmico- según los expertos, no tan perfectamente combustible como suena. Después, al terminar el fin de semana, tomaríamos prestadas las dos bicicletas de sus primos y pasaríamos una semana viajando hacia el lugar donde viví como voluntario hace ocho años, Le Creneau, en el seno de la campiña francesa. A 50 km de Le Creneau hay un pueblo llamado Tronget donde un grupo conformado por 17 amigos compró una casa ruinosa pensando en un lugar de trabajo comunitario, de reunión y un pretexto para seguir en contacto, los parientes de Elodie y varias de las personas que participaron el fin de semana de la paja pertenecen a ese grupo y nos invitaron a una fiesta de cumpleaños en ese lugar. El plan era pedalear 450 km durante 7 días y llegar el sábado para la fiesta, en cierta forma lo conseguimos aunque una rodilla renuente nos obligó a reconsiderar nuestras opciones para el transporte. Volver al castillo era mi última obligación en la categoría de las cosas que simplemente se tienen que hacer (aunque no tengan sentido) y lograrlo supuso un enorme alivio.

¡Amsterdam!


Es difícil describir tanto lo que sucedió en Ámsterdam como la cuidad misma pero todo va relacionado. Pasamos cerca de una semana visitando a amigos de amigos y conociendo a los amigos de éstos últimos. Logramos hacer de un grupo de desconocidos una comunidad temporal en la que no había dos personas de la misma nacionalidad y el resultado fue, como suele suceder cuando no se planea demasiado, excelente. La ciudad (en mis ojos) es divertida, emocionante, bella, intrigante, antigua, inagotable. También está la cuestión del clima pero bueno, no hay lugar perfecto.