septiembre 03, 2011

De Turquia a Bélgica y el camino a Alemania.

Distancia: 124 km Ver ruta

Dejé el pasto inmaculado del camping municipal de por la tarde rumbo a Beyshehir. Encontré las primeras pendientes justo a orillas de la ciudad y comencé el ascenso que duró alrededor de dos horas hasta que encontré un lugar ideal para acampar con vista a una presa. Al día siguiente, en vista de las escasas poblaciones en el camino me fui aprovisionando con bastante anticipación a la hora de la comida. En cierto momento me acerqué al pórtico de una casa donde encontré la única persona a la vista y pregunté si había una panadería en el pueblo. Después de pedirme esperar un momento, el hombre entró en su casa y salió con una gran pieza de pan, la cual inmediatamente me sirvió acompañándola con jitomates, pepinos y chiles de su jardín. Ahmet estaba ayunando por cuenta del ramadán por lo que no me acompañó  en la merienda que devoré con apetito. Antes de partir me dio el tour la casa: un sembradío de trigo a la izquierda, un huerto a la derecha con toda clase de frutas y verduras. En las bodegas, dos cuartos con trigo hasta el nivel de la cintura. En un primer piso, costales de harina de trigo de su propia cosecha. Salí con el estómago lleno y con una invitación para volver al mi regreso de 

Beyshehir.

Al llegar a mi destino supe que no iba a ser fácil acampar junto a aquel lago y mucho menos meterse a nadar ya que está rodeado de un denso muro de vegetación. Una lástima, el agua turquesa a lo lejos realmente invitaba a meterse. Después de bordearlo durante seis kilómetros me di por vencido y volví a un camping que cuando menos prometía regadera.

De regreso hacia Konya el día siguiente tuve que afrontar los vientos que el día anterior me propulsaran. Al caer la tarde llegué a casa de Ahmet donde no bien hube terminado de poner la casa de campaña cuando me apuraron para entrar en la casa: había llegado a tiempo para tomar el iftar con él y con su esposa. Mucho del sazón turco me recuerda de los guisos mexicanos. Esa noche fue cena de lujo con pan hecho en casa, pide (que es una especie de pizza turca pero con el pan más delgado y que se enrolla como un taco enorme) y  chiles asados. Más tarde llegaron las visitas, el hijo segundo de Ahmet con su familia. Estuvimos conversando un poco y yo libreta en mano apuntaba todas las palabras que pacientemente  me enseñaban,  ilustraban y rectificaban su significado a base de gestos. Al final de la noche se negaron a que pasara la noche en mi casa de campaña y me ofrecieron el gran lujo de uno de sus cuartos, cubierto de alfombras y sin más muebles que un armario y una estufa de leña para el invierno.
A la mañana siguiente estuve listo para partir pero no tan rápido, ¡primero desayunas y luego te vas! Unos huevos con chorizo me recordaron de cuantas ganas tenía ya de un desayuno casero; frutas, té, una bendición y vuelta al camino contento y saboreando todavía el desayuno y los recuerdos. La vuelta a Konya pasó sin más novedad que las ocasionales ráfagas de viento y el constante sonido del claxon de los coches que ya me saludaban, ya me daban ánimos o se exasperaban con mi presencia en el camino. 

Tomé mi lunch en un puesto de policía de ensueño, con una impresionante vista a la presa que fuera mi alojamiento algunas noches atrás. Una vez más encontré el pasto inmaculado del camping municipal de la ciudad como lo dejé salvo que esta vez encontré dos colegas ciclo turistas franceses que recién llegaban. En la charla de esa noche y de la mañana siguiente me enteré de cómo habían pasado ya seis meses en el camino, de cómo habían encontrado una ucrania difícil y poco hospitalaria y habían decidido dar vuelta en redondo; de la enorme hospitalidad de la gente en Rumania y del choque intercultural en Turquía, con sus llamados a la oración, el ayuno, su actitud hacia las mujeres, etc. El día siguiente fue largo y tranquilo: compras, paseo por la ciudad, sudores fríos en el andén del tren que me prometieron hostil a las bicicletas y abordaje sin mayor problema que el acomodo de la negra donde no obstruyera el paso de la gente entre vagones, para lo cual recibí la generosa ayuda de un turco tan grande de tamaño como su empatía de ciclista. En el tren me despertaron los deliciosos aromas del suhur (el desayuno de ramadán a las tres de la mañana) que tuve que ignorar para volver a dormir.

El tren me dejó a dos cuadras de casa de Kerem, quien me recibió todavía soñoliento en la entrada del edificio y me avisó de una pareja de franceses que estaban pasando unos días en su casa. Ese par de días en Estambul fueron días de descanso y de lavandería, de paseos y de enchiladas con una especie de tortilla de harina enorme llamada yufka.

¡Güle güle Turquía! Regresando a Bruselas

Un vuelo que normalmente duraría tres horas se convirtió en un viaje de todo un día: tomar ferry, pedalear al aeropuerto, pasar el primer control de seguridad, desarmar bicicleta, hacer cola para documentar, control de pasaportes, retraso de dos horas del vuelo, llegar a Bruselas completamente desorientado, buscar mapa, pedir direcciones. 

Hoy, unos días más tarde salí de casa de Andy y Lisa en Gent de vuelta a Bruselas para ponerme en la ruta de Alemania. Hice un intento de salir de Bélgica sin mapa que duró exactamente una hora durante la cual tracé un grande pero preciso círculo desde y hasta la Gare du Midi. Viendo que no iba a ser tan fácil el asunto he regresado al centro a buscar una tienda que tiene mapas y que abre hasta las once de la mañana así que a esperar y a escribir.

Al día siguiente…

A las once estaba en la puerta justo en el momento en que se abrían las puertas, pedí direcciones y ¡vámonos! Para salir de Bruselas seguí el canal que atraviesa la ciudad y que pasa a unas pocas cuadras de la Bourse. Aunque por lo general no me gusta el momento de salir de las capitales, esta vez fue bastante mas sencillo. Cosa rara, al haberme acostumbrado a la gente de Turquía, en Bélgica me pareció encontrar una gran indiferencia, incluso frialdad. Luego al comenzar a pedir información y conversar con la gente me di cuenta de que en realidad la mayor parte de la gente es muy amable y responde exactamente lo que se le pregunta, no más no menos y cuando uno pide algo es exactamente lo que recibe. Bueno, también el hecho de que se vean ciclistas hasta en la sopa contribuye mucho despojarle a uno del título de “atracción del momento”.
La ruta más o menos será Luxemburgo, Stuttgart, Lake Constance (Bodensee)- Ginebra- Toulouse- Bilbao- Madrid. ¡Ufff! Suena mucho más abrumador que el sencillo pedalear de cada día, cada momento. 

Fotos...? 
Bueno, de momento me disculparán pero la conexión de internet que agarré en este parque es de por si ya gran lujo pero no se le puede pedir mucho ¡En cuanto tenga la primera oportunidad las descargo todas de golpe!