noviembre 01, 2011

La última cabalgata

En mi mente lo veo con claridad, diez días montando la Negra con la fuerza y las mañas  de estos meses de viaje y cortando ochocientos kilómetros como mantequilla.  Veo un terreno llano separándome de Madrid con algunos relieves en el camino, llámense los Pirineos. Mucha concentración y todo termina en un crescendo de satisfacción, de realización, de la liberación de un objetivo- obsesión de toda la vida. ¿Hará falta aclarar que no fue en lo más mínimo como lo había visualizado?

Toulouse a mis espaldas, martes 18 de Octubre.

Toulouse- Ciadoux: 75.6 km Ver ruta
Una semana de reposo, un cuerpo entumecido, una rodilla renuente. Al salir de Toulouse me encuentro una vez más con el silencio de las carreteras menores que se acentúa conforme van menguando las poblaciones y los bosques toman su lugar. Me doy diez días para estar en Madrid más por el miedo del frío que cada vez se hace más presente que por las ganas de concluir el viaje. No estoy bien equipado para el frío ni la lluvia y lo sé, me hace falta una estufa de campismo para entrar en calor por las noches pero ya es irrelevante conseguir una a estas alturas, necesito enfocarme y todo irá bien. Mi mente sufre cada vez que vuelvo a estar solo pero también se repone más y más rápido. Un breve primer avistamiento de los Pirineos me hace sonreír y digo -míos-. Al final del día llego al objetivo, Ciadoux. Entro a inspeccionar el pueblo, cansado de acampar en lugares de difícil acceso y busco un jardín del que pueda salir pronto y de preferencia con los tenis secos. Al final lo encuentro por casualidad cuando Gilles encantado de practicar su español me ofrece acampar en su casa y cenar con él, con su esposa Joanne y el revoltoso y encantador nieto Andy. -Los protestantes tenemos el hábito de dar gracias antes de cenar- me dice y cuando digo gracias para mis adentros algo afirma que por supuesto tengo mucho de que estar agradecido, con quien sea, con lo que sea. 

Lluvia con rayos (radios) Miércoles 19

Ciadoux- Lannemezan: 43.6 Km  Ver ruta
¿Café? ¿Fruta? ¿Pan? ¿Un sándwich para el camino? ¿Más pan? Si gracias a todo. Un biblia en francés y bendiciones para el camino, en un día con pronóstico de lluvia no rechazo nada (ni cuando brilla el sol). Sandalias en lugar de tenis y con ellas me paro sobre los pedales ¡Au revoir et merci pour tout! Venga la lluvia. Estoy tomando un sorbo de distracción cuando por casualidad pienso en revisar los rayos de la llanta trasera. Mmmm, uno roto. No, dos. Espera… tres, ¡cuatro! Maldicion, ¿Cómo sucedió esto? En un taller mecánico me dicen que hay un taller de bicicletas a treinta y seis kilómetros y el día se oscurece un poco más. Treinta y seis kilómetros y ansiedades más tarde me encuentro esperando afuera del taller y pateando el suelo con las sandalias para dar calor a los dedos helados. Al entrar comienzo a contar la historia de siempre para hacer empatía: tanto tiempo en bicicleta, ya casi termino pero los rayos… ¿Cuánto por cambiarlos? Bueno, me llevo unos y hago el cambio yo mismo. Lo hubiera tenido que hacer bajo una lluvia copiosa de no ser por Didier, un entusiasta del ciclo turismo que había entrado y me escuchaba con atención.  -Vamos por un café- dice - y tengo un garaje donde puedes cambiar los rayos al abrigo de la lluvia-. Didier, descubro pronto, es tan aficionado al ciclo turismo como a hablar del tema. Las palabras llenas de entusiasmo comienzan a enlazarse unas con otras hasta que forman un tren de pensamiento ininterrumpido y yo me pregunto cómo haré para concentrarme y aprender a cambiar esos cuatro, no, cinco rayos rotos. Al final vuelvo a la tienda para que remuevan los  piñones, que obstruyen los orificios por donde se hacen entrar los rayos. Vuelta al taller de Didier y hacerle participar para enfocarnos en la tarea. Va cayendo la noche y la temperatura -Tengo que salir, tengo que salir- Y no salgo. Con enorme amabilidad Didier me ofrece pasar la noche en su casa; no gracias, no gracias… bueno siempre si y muchas gracias. Un baño ardiente y una gran cena me devuelven a la vida.

Oír y desoír consejos. Jueves 20.

Lannemezan- St. Pe de Bigorre: 53.5 km Ver ruta
Cuando abro las cortinas por la mañana veo la helada de la que he escapado. Los picos de los pirineos, ocultos por un manto de lluvia el día anterior, se elevan hoy coronados de nieve y siento una mezcla de espanto y deseo correr hacia ellos. Didier es de la idea de que llevemos la llanta que he reparado al taller y pidamos consejo experto. A pesar de la ansiedad que siento por salir tengo que reconocer que es buena idea. Y lo es. Nuevos ajustes, aceite, ¡buena suerte! Gracias a todos. Salgo cerca del medio día pero los kilómetros se van apilando por fin y lo mejor es que se anuncian por lo menos cuatro días de buen clima y más me vale estar al otro lado de la frontera en ese tiempo. Eventualmente aparece el señalamiento tras una curva: Bagnéres de Bigorre. Ahí es donde y cuando hay que decidir si la vanidad vale el esfuerzo de doblar al sur y medirse (o tratar de hacerlo) con el Tourmalet, el paso mítico y obligatorio del Tour de Francia. Dos minutos de reflexión y digo- nah-. Porque luego hay que trepar otros dos considerables puertos de montaña y describir una gran curva para, después dos o tres días, volver a la carretera que puedo estar pisando en un par de horas si sigo derecho. Paso de largo el santuario de Lourdes: todo lo que podría pedir lo tengo ya.