mayo 09, 2011

Un viaje, un peregrinaje.

Al terminar el viaje de Ámsterdam salimos hacia París, cargamos pilas y volvimos al camino. Durante un par de días Elodie y yo viajamos de aventón (auto-stop) hacia Angers, una ciudad pequeña a unos 300 km al suroeste de Paris, donde su prima y su esposo construyen una casa ecológica. Ese fin de semana se reunirían amigos y parientes a ayudar a meter paja entre las paredes de madera como aislante térmico- según los expertos, no tan perfectamente combustible como suena. Después, al terminar el fin de semana, tomaríamos prestadas las dos bicicletas de sus primos y pasaríamos una semana viajando hacia el lugar donde viví como voluntario hace ocho años, Le Creneau, en el seno de la campiña francesa. A 50 km de Le Creneau hay un pueblo llamado Tronget donde un grupo conformado por 17 amigos compró una casa ruinosa pensando en un lugar de trabajo comunitario, de reunión y un pretexto para seguir en contacto, los parientes de Elodie y varias de las personas que participaron el fin de semana de la paja pertenecen a ese grupo y nos invitaron a una fiesta de cumpleaños en ese lugar. El plan era pedalear 450 km durante 7 días y llegar el sábado para la fiesta, en cierta forma lo conseguimos aunque una rodilla renuente nos obligó a reconsiderar nuestras opciones para el transporte. Volver al castillo era mi última obligación en la categoría de las cosas que simplemente se tienen que hacer (aunque no tengan sentido) y lograrlo supuso un enorme alivio.